lunes, 22 de febrero de 2010

Estaba en un pico.



Aquí un detallito para aquellas personas que me leen, es un relato que escribí para Relatos a pie de calle. Se publique o no, aquí lo teneis. Espero que os guste. El título os le dejo a vosotros.

Estaba en un pico, desde el cual divisaba el resto de los Picos de Europa.

Hacía un día luminoso, con una brisa que brincaba sobre los montes.

En el poblado se oían voces alegres y críos alborotando, había sido una buena época de caza.

En el valle de abajo, corrían alegres los caballos asturcones, bravos, salvajes y pequeños.

Ella miraba, aquello era su tierra, ella sería en nada una matriarca, con un poder importante, insospechado para otros lugares.

Era cántabra de piel blanca y reluciente, y el viento con aquel olor tan especial azotaba contra su cara y cuerpo macizo, sus cabellos dorados.

Parecía que aquellos montes iban con ella, tan dentro que los sentía, que lo sentía dentro como propio: el fluir del agua, los árboles, las piedras. Ella respetaba aquellos montes y su tierra se lo devolvía con amor y respeto.

Todo lo que sus ojos veían, eran sus raíces, sus ancestros habían vivido en aquellas montañas durante generaciones. Aquello era su casa.

Se le acercó un hombre moreno. El hombre al que amaba, con sus ropas cántabras emanando olor a sudor y venado. Ese hombre la agarró por la cintura y la miró.

- Ey Lara vuelve, ¿dónde te has ido?

Carlos la miraba riéndose ¿No era el mismo hombre?¿Por qué ahora llevaba vaqueros y chirucas?

- Ja, ja, estos paisajes te absorben, como se nota que tu familia es de por aquí, pero hay que volver a casa que está oscureciendo.

¿A casa?-pensó Lara- Yo ya estoy en casa.


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